Disobedience (2018): el amor prohibido y la libertad de elegir




Tras la muerte de su padre, un rabino ortodoxo, Ronit vuelve a Londres a la comunidad judía en la cual creció y de la cual huyó. Su llegada es inesperada e incómoda para todos, en especial para Dovid, el aprendiz del rabino, y su esposa Esti, con quien Ronit tuvo una relación amorosa en el pasado. El carácter libre y desafiante de Ronit se contrapone a las costumbres tradicionales de la comunidad, y la tensión latente entre ambas se va desenvolviendo con cada mirada.
Sin ahondar en detalles de la trama, Disobedience juega con una angustia visible en los rostros de los personajes, como si el director Sebastián Lelio estuviera dilatando lo inevitable, y el resultado es un viaje emocional y cinematográfico muy placentero.
La manera de narrar, con planos claustrofóbicos que encierran a los personajes, y el enfoque en las actuaciones de un excelente reparto, proponen un mirada muy íntima a un romance secreto y sufrido. Hay cosas que nos vamos enterando a medida que transcurre la película, otras que no sabremos nunca, y eso para mí es una experiencia mágica, conmovedora y cómplice, que nos permite apropiarnos de la historia y complementarla con nuestro imaginario.
Disobedience es de esas películas que se impregnan en tus emociones y que persisten en el pensamiento por mucho tiempo. Es que esta provocadora historia de amor cuestiona un dilema humano universal: ¿somos libres de elegir y desviarnos del camino que se nos impone?

Una escena: Sin spoilear nada, la última secuencia.
Una recomendación: Carol (2015) de Todd Haynes, además de toda la filmografía de Lelio.

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