Bohemian Rhapsody (2018): Nostálgicamente entretenida
Proponerse la realización de una película
biográfica sobre una de las mayores bandas de rock de todos los tiempos no es
tarea fácil, y más aún cuando la banda retratada es Queen, inmortalizada por
sus músicas que trascendían los géneros y rompían los límites de lo
convencional. Bohemian Rhapsody de Brayn Singer es un resultado bastante
entretenido que explora el proceso creativo de la banda y la frágil
personalidad Freddie subyacente a su extravagante carácter.
Podríamos poner bajo tela de juicio ciertas
licencias narrativas tomadas, como por ejemplo el hecho de que en realidad
Freddie fue diagnosticado con SIDA recién en 1987, dos años después del
emblemático concierto benéfico Live Aid donde él dio su mejor actuación, pero
el dramatismo que otorga este cambio en función a honrar su figura legendaria
lo recibo con gusto y me sumerjo dentro del público en una secuencia de casi
veinte minutos realizada con una destreza cinematográfica que eriza la piel.
Rescato la decisión de dejar afuera ciertos
momentos de la vida de Freddie, como por ejemplo sus últimos días enfermo y
moribundo, en función a glorificar aún más su legado como artista y persona. De
la misma manera, estoy segura que muchos detalles o momentos de la carrera de
la banda fueron dejados de lado pero la película no deja de ser entretenida de
principio a fin por más que pretende abarcar una audiencia masiva. Es imposible
no deleitarse con la personificación que realiza Rami Malek del majetuoso
Freddi Mercury, que tambalea entre la vulnerabilidad y la aparente autoconfianza,
así como pretender no vibrar con las canciones y salir de cine cargados de nostalgia.
Una escena: La secuencia inicial pre concierto Live
Aid
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