Zama (2018): Desilusiones y frustraciones en la decadencia colonial




Basada en la novela de Antonio Di Benedetto, Diego de Zama es un oficial de la Corona Española varado en un pueblo desolado quien aguarda noticias de su eventual traslado a un lugar mejor, o de regreso con su mujer e hijos. Pero la espera se hace insufrible, prolongada por los pedidos absurdos del gobernador de turno.
De antemano predispuesta al cine sonoro de Lucrecia Martel, Zama es una película para escuchar, en contrapartida a la gran mayoría de las películas donde el sonido no adquiere la relevancia que podría tener. La cantidad de niveles o capas de sonidos, desde diálogos en guaraní que funcionan como melodía más que elemento narrativo a ruidos rítmicos como el crujido de la pantalla de madera, construyen con detalle minucioso el contexto colonial hundido en la más absoluta decadencia, como la metáfora de los peces que habitan los barrancos sobreviviendo con lo mínimo. Y dentro de este contexto vemos a Zama, atormentado por el tiempo que transcurre con imperceptible lentitud, y sus desilusiones que se transforman en delirios que escuchamos y sentimos.
Los olores y sabores se desprenden de la pantalla gracias a una elegante puesta en escena. Escuchar el parpadear de un personaje, así como oler la putrefacción de un cuerpo muerto refleja sin dudas la talentosa visión de la directora y su intención de hacernos testigos desesperanzados del sofocante destino de Zama.

Una escena: El último plano de Zama en la canoa
Una recomendación: Toda la filmografía de Lucrecia Martel, pero en particular mi favorita es La mujer sin cabeza (2008)



#unapeliculaunaescena

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